martes, 14 de enero de 2014

Boconó (Tierra de viejos)


Al tercer día resucitamos y arrancamos, habían transcurrido aproximadamente ocho años desde la primera vez que visité el pueblo de Boconó. En esta segunda oportunidad intente hacerlo de otra forma, pude ver entonces  los caminos, los lugares, la gente, las vivencias y todo lo demás con otro monóculo; entonces construí una de esas conclusiones internas y filosóficas que llegan de repente: En las vidas "posmodernas" de las grandes ciudades, nadie reza, ni canta, ni vive.
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Afortunadamente existen lugares olvidados por la tecnología y la supuesta "evolución del hombre", donde las flores tienen nombre, se visten con atuendos exóticos y les gusta que cuando se les llame se utilice el prefijo: señorita."Adelante Srta. Rosa", "muy bien Srta. Cayena", así rejuvenecen, caprichosas y perfectas;  libres y anarquistas; en cualquier sitio y sin pudor, son dueñas de los espacios y punto. 
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Más o menos así es este sitio, tiene todo lo que el hombre necesita para ser humano, tiene todo lo que en esas ciudades escasea, no sobra nada, mucho menos falta.
La gente tiene la malamaña de verte y decir: buen día, esa costumbre obsoleta y pasada de moda en las ciudades.
- ¿cómo amaneció señor Jesús?
preguntaba un niño de cuatro años.
Así hablando de usted se la pasan, subiéndote la edad.
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Este es el lugar de las conexiones, de las tranquilidades y los vicios (esos que no son tan malditos) el miche, el tubazo, el ponciguez, la canela, etc. El frío te obliga a hacerlo. Calentarse con bebidas.
 Pero el café es el más importante, es como el saludo, todos lo ofrecen, como la biblia en una casa de católicos: nunca falta. Sembrado, cosechado, tostado, molido y preparado por las mismas manos que lo sirven. No es un café común de esos que se toma la gente de la ciudad para luego publicarlo en tuiter. 
Es un café sagrado.
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Los espíritus del agua también andan por estos lares, bochincheros, respetuosos y protectores de la naturaleza, con barbas largas y largos sombreros. El agua es el todo, el todo es vivir. 
Azules las cascadas, golpeando las piedras como si las acariciaran con fuerza, con euforia; y las piedras inmóviles, dejándose limpiar, puliéndose para una fiesta.
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Microscópicos y dentro del inmenso estómago de las montañas.
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Se canta, se celebra, se disfruta, se reza, se vive.
En estas montañas, se sentó Dios un día y dijo: 
"Escríbase aquí las historias de los viejos".
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